El cambio climático es un hecho incontrastable. Y sus devastadores efectos en todo el mundo, marcan la urgencia para fijar una agenda concreta de políticas públicas, que superen los débiles compromisos suscriptos por las naciones más poderosas del mundo, que aún no se han traducido en ningún avance real.
Las lluvias e inundaciones, las extendidas sequías y el cambio abrupto de las temperaturas medias en todo el mundo, son sólo las caras más visibles de un fenómeno de enorme profundidad e impacto.
Tras el fracaso de la 25 Conferencia, que se fijó cinco objetivos de los cuales sólo uno se cumplió parcialmente, el encuentro de Glasgow tiene la obligación de lograr un consenso global que permita ampliar lo establecido en el Acuerdo de París, y dar una respuesta concreta que detenga el deterioro del ambiente.
Durante los días 1 y 2 de noviembre se celebra en Glasgow la 26 Conferencia sobre el Clima (COP 26), y en ese marco, tenemos la oportunidad de tomar acción para revertir los efectos del cambio climático.
Ante este enorme desafío son los países más ricos, los cuales son responsables de la mayor parte de las emisiones a nivel global, quienes deben actuar más rápido en la reducción de sus emisiones, y acompañar a los más pobres que son quienes sufren más contundentemente del cambio climático.
Si los gobiernos realmente quieren alcanzar el objetivo de llegar a cero emisiones para el año 2050, de aquí a 10 años se deberían reducir abruptamente las actuales emisiones, llegando a un equivalente al 45% de las que se emitan en 2010. Sin voluntad política y valentía, ese objetivo no es más que otro buen deseo de difícil concreción.
Asimismo, los países en vías de desarrollo debemos asumir también el desafío de modificar nuestras matrices productivas y energéticas, y nuestros modelos económicos, muchas veces basados en la explotación de recursos naturales sin estándares ambientales que eviten la degradación de nuestros ecosistemas.
Al mismo tiempo, como ciudadanas y ciudadanos que habitan nuestra casa común que es la Tierra, debemos asumir un compromiso para comprender el imperativo que implica cambiar nuestros propios modos de consumo, si aspiramos a la sustentabilidad de nuestro planeta.
Los países del Cono Sur de América deben jugar un rol responsable ante esta crisis, y es por ello que desde los Partidos políticos firmantes instamos a los Gobiernos de nuestra región a:
• Comprometerse a alcanzar unos objetivos de reducción de emisiones ambiciosos y que tengan en cuenta los derechos humanos para mantenernos por debajo de un aumento global de temperatura de 1,5°C;
• Comprometerse a eliminar progresivamente los combustibles fósiles;
• Implementar un mecanismo global para apoyar a quienes ven afectados sus derechos, basado en que los países ricos asuman los gastos mediante financiación nueva y adicional no sujeta a reembolso, y
• Adoptar medidas adecuadas para asegurarse de que se garantizan los derechos de todas las personas a la información y la participación en todos los niveles de toma de decisiones relacionados con el clima.